La importancia de la mediación intercultural

Las migraciones de personas desde países pobres hasta países con un nivel económico mayor, es un síntoma clarividente de que la globalización de los sistemas y recursos productivos no es disfrutada de igual manera por todos, ya que la gran mayoría de personas no son beneficiarios directos de los mismos (Trujillo, 2008).

La desigualdad puede ser entendida como el hecho de que las diferencias entre las personas sean el resultado de relaciones de poder y que se generen situaciones de desventaja para poder salir de dichas situaciones.

Un/a inmigrante no vive en una democracia, puesto que no tiene el control sobre su destino, ni tiene acceso a los mismos canales de participación que los ciudadanos (aquellos/as que poseen la nacionalidad de un determinado país). Es paradójico el hecho de que existan personas que vivan dentro de nuestro territorio de forma permanente y que no puedan beneficiarse de los bienes de la democracia como cualquier ciudadano/a. En este sentido, ser inmigrante equivale a no tener poder (referido al poder del demos, de la democracia).

Podemos afirmar, sin ningún género de duda, que no puede ser considerada democrática una sociedad en la que las personas que viven no tienen las mismas oportunidades de acción pública y de acceso a servicios públicos por razones que no dependen de su voluntad.

El hecho de que personas con un mismo sistema de derechos no sean tratadas de forma igual, ni puedan acceder, ni se sientan plenamente representadas en las diferentes esferas públicas por razones que no dependen estrictamente de su voluntad, sino por causas, rasgos y propiedades de nacimiento, es contrario a un verdadero sistema de valores plurales y democráticos.

Los prejuicios pueden ser entendidos como el conjunto de creencias y de implícitos que acompaña a una concepción del mundo determinada y que tiene una función explicativa sobre las interpretaciones que damos a las cosas. De ahí que enfrentarse a los prejuicios, las preconcepciones y los estereotipos sea una actividad arriesgada, puesto que puede provocar reacciones emocionales y llegar a poner en duda, de alguna forma, una parte integral de la persona, la que le ayuda a tener una concepción coherente de su vida.

Dentro de nuestro contexto de interpretación, los prejuicios que se producen en torno al proceso de multiculturalidad no son un obstáculo, sino un indicio de que el proceso mismo está teniendo lugar y que está presionando a la estructura básica y hegemónica.

Existen dos tipos de argumentos explicativos: desde el plano social y desde el plano estructural. El primer argumento nos dice que la procedencia de los estereotipos es eminentemente social, mientras que el segundo localizaría la producción de estereotipos en las mismas estructuras institucionales. Con este segundo, se tendería a legitimar estructuralmente muchos de los estereotipos sociales que se basan en premisas tales como que el inmigrante es visto como fuente de inseguridad (feo, sucio, sospechoso, delincuente… culpable).

Los discursos alternativos deben acompañar los procesos de cambio que produce la multiculturalidad y no hacer llamadas inútiles de resistencia al cambio, de donde se nutren los estereotipos. Estos discursos deben articularse con la intención de fomentar no sólo una visión pluralista de las culturas, sino también una visión cultural de las diferentes religiones que existen y denunciar públicamente los discursos que mantiene la misma estructura en sectores tan importantes como la educación, como la visión negativa histórica de “moros y cristianos”, por poner un ejemplo simbólico importante.

Significar, que los medios de comunicación son los principales canales de mediación entre el racismo institucional y el racismo social. Los medios simplemente retroalimentan los estereotipos. Fomentan no sólo su creación, sino que contribuyen de forma directa a su consolidación y mantenimiento a lo largo del tiempo. Supeditados a la lógica de mercado de noticias, suelen generalizar el proceso mismo de multiculturalidad y particularizar tan sólo los efectos negativos para la ciudadanía y las estructuras establecidas.

Los medios deberían constituir un discurso que incidiera en socializar a la ciudadanía sobre este proceso y contribuir a generar mentes multiculturales. Seguir un discurso que favorezca la acomodación de los inmigrantes y de los ciudadanos en las diferentes esferas públicas, en lugar de proporcionar argumentos que justifiquen las zonas de conflicto y que lo interpreten como fuente de inestabilidad, de inseguridad y de amenaza a nuestro orden social y político (Zapata, 2004; Trujillo, 2008).

El multiculturalismo no es una realidad de diseño que se pueda construir desde arriba, por decisiones de la élite política o de la academia, sino desde abajo, por la propia ciudadanía y los diferentes actores que trabajan cotidianamente en la gestión del proceso. La multiculturalidad es una evidencia, porque la realidad nos muestra la coexistencia, que no convivencia, de distintas culturas, lenguas, costumbres, religiones (Laghrich, 2004).

La interculturalidad tiene como propósito alcanzar una sociedad en la cual no se vulneren los derechos humanos y se camine hacia una convivencia pacífica y armoniosa entre todos los seres humanos.

La interculturalidad es la interacción positiva en la relación entre el autóctono y el foráneo, es acercarse al otro sin miedos, es mutua adaptación, no es la asimilación, como se planteó en algunos países europeos (con funestos resultados para la convivencia). Así pues, tendremos una sociedad pacífica, libre, solidaria y respetuosa, en definitiva una sociedad intercultural: si estamos juntos y mezclados, si estamos dispuestos a escucharnos el uno al otro, si todos hacemos un esfuerzo por cuestionar las verdades absolutas sobre tal o cual cultura (Laghrich, 2004). De ahí la importancia del mediador/a para ayudar a construir mentes multiculturales.

Una mente multicultural es aquella que tiene una visión pluralista del mundo, que rechaza las concepciones unilaterales y etnocéntricas, que deja de pensar en términos universales y que en casi todos sus razonamientos siempre existe un contexto y tiene localizadas las acciones que supone.

El mediador/ la mediadora intercultural debe ser, por tanto, un puente entre dos o más culturas, un puente con un punto de partida y otro de llegada; debe conocer perfectamente los dos puntos, su labor es hacer el trayecto de manera prudente y equitativa para alcanzar el objetivo de la travesía: unir, acercar, diluir tensiones y conseguir que haya una comunicación real entre ambas partes.

En la Escuela Internacional de Mediación, impulsamos este ámbito con el fin de facilitar el acercamiento entre grupos socio-culturales y étnicos distintos. Con nuestro curso especializado en mediación intercultural formamos a futuros mediadores/as para que fomenten una mejor relación e integración entre miembros de diferentes culturas.

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Bibliografía de apoyo:

Laghrich, S. (2004). Reflexiones sobre la mediación intercultural. Revista Electrónica de Estudios Filológicos, 8. Recuperado de https://www.um.es/tonosdigital/znum8/estudios/11-Salou.htm

Trujillo, J. J. (2008). La multiculturalidad: una perspectiva desde el conflicto. Revista de Ciudadanía, Migraciones y Cooperación, 5, 11-23. Recuperado de http://ibdigital.uib.es/greenstone/collect/cd2/import/fainmigrantesbaleares/faib0003.pdf

Zapata, R. (2004) Multiculturalidad e inmigración. Madrid: Síntesis.

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