BULLYING. Cuando la escuela no es un espacio de seguridad.

El colegio debería ser siempre un espacio en el que los niños y niñas se sientan seguros. Sin embargo, no siempre es así. Para muchos, la escuela se ha convertido en la fuente de un tipo de violencia del que son víctimas y que ejercen sus propios compañeros, se trata del acoso escolar o bullying. 

El bullying se define como una serie de amenazas hostiles, físicas o verbales que se repiten, angustiando a la víctima y estableciendo un desequilibrio de poder entre ella y su acosador.

Según UNICEF, esta situación produce una serie de consecuencias negativas en los niños, como la depresión, ansiedad, pensamientos suicidas o el descontento con la vida.

Ser acosado por sus compañeros también se ha relacionado con el riesgo de padecer desórdenes alimentarios y la dificultad para relacionarse, sufrir soledad y estar aislado socialmente. Además, los estudiantes acosados son más proclives a tener dificultades académicas, entre las que se incluyen el bajo rendimiento escolar o la falta de atención y de asistencia, entre otros.

Los efectos sociales, emocionales y psicológicos producidos por consecuencia del acoso pueden ser graves y durar desde la infancia hasta la edad adulta.

El bullying es un problema global. Diversos estudios de prevalencia de este fenómeno, confirman que existe a cualquier nivel y forma en todos los países.

¿Qué podemos hacer los profesionales para poner freno a estas situaciones?

El primer paso para atacar al bullying es saber qué es. Por lo tanto, es imprescindible tener información sobre qué es el bullying, qué protocolos de actuación hay y qué está en tu mano a la hora de prevenirlo.

El segundo paso es sensibilizar a los menores sobre lo que es y lo que no es el bullying. Establecer normas y consecuencias para esta situación. Hay que hacer hincapié en la función que realizan los espectadores, pues son ellos quienes con su pasividad o complicidad hacen que se mantenga la situación. No hay que dudar de hablar abiertamente del bullying con los/las menores.

Por último, los/las profesionales deben estar atentos/as para poder detectar posibles casos de bullying. Tan solo hay que prestar atención a lo que sucede. Si se detecta un caso, comunicarlo y apoyar a la víctima. Si no se sabe cómo apoyarla, derivar a quienes sí que sepan cómo actuar.

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