¿En qué consiste?
La evaluación constituye una oportunidad excelente para que quienes aprenden pongan en práctica sus conocimientos y se sientan en la necesidad de defender sus ideas, sus razones, sus saberes. Debe ser el momento también en el que, además de las adquisiciones, también afloren las dudas, las inseguridades, las ignorancias y si realmente hay intención de superarlas (Álvarez, 2001).
Debemos tener en cuenta, sobre todo si partimos desde una perspectiva en donde consideremos el conflicto como algo que puede ser positivo para el desarrollo personal a varios (mayor capacidad para tomar decisiones, a nivel emocional…), que dicho desarrollo en un período de aprendizaje no es fruto de la adquisición mecánica de conocimientos, habilidades o actitudes, sino de un proceso de introspección personal.
Si nos centramos en el proceso de mediación, la persona inmersa en él mismo transitará, frecuentemente, desde un enfoque donde considere el conflicto que le ha traído a nuestro centro como una amenaza a su bienestar, hacia una perspectiva mucho más positiva donde el conflicto será encuadrado dentro de un sistema familiar/social/laboral que le haga replantearse su implicación y la parte de responsabilidad que posee dentro de la situación de enfrentamiento existente.
Por tanto, a tenor de los propios principios claves del proceso mediador (voluntariedad, igualdad, neutralidad…) no cabe otra posibilidad que ayudar a nuestros usuarios/clientes a ser cada vez más conocedores del proceso en el que están inmersos y, por tanto, ser más críticos con sus planteamientos, con sus actitudes iniciales e igualmente con nuestra práctica mediadora. Es decir, a mayor capacidad evaluativa por parte de la persona inmersa en la mediación mayor posibilidad de aportar soluciones a los conflictos y mayor visión crítica y constructiva sobre todo el proceso mediador.
¿Qué debemos tener en cuenta?
Lo que nos llevará, a nosotros como mediadores, a tener, necesariamente, que plantearnos cuestiones tales como:
- ¿Cómo han llegado los usuarios/clientes a las soluciones acordadas?
- ¿En qué momento ha existido un cambio de actitud por parte de los mismos y qué ha provocado que se produzca?
- ¿En qué parte del proceso estamos y hacia dónde caminamos en aras de posibles soluciones y de una mayor autonomía por parte de las personas con las que mediamos?
- ¿Cómo realizar el seguimiento de los casos y en qué incidir en aras de saber si todo lo acordado ha sido potenciador de un cambio positivo en sus vidas?
- ¿He cumplido los objetivos que me planteé durante el proceso?
- ¿Cómo podría haber mejorado mi planteamiento para una mayor eficacia?
Esta perspectiva autoevaluativa, indudablemente, potenciará un crecimiento en nuestra visión sobre la mediación llevada a cabo (aunque la evaluación debe realizarse a lo largo de todo el proceso). Que debe verse necesariamente complementada con la valoración de otros colegas y con la de los propios usuarios. Un ejemplo de lo comentado lo podemos consultar en el trabajo realizado por Soria, Yepes y Lovelle (2013), titulado Cuestionario para valorar la satisfacción de usuarios en programas de mediación civil (csm-c).
Cuando se trata de evaluar los programas de mediación que hemos diseñado o adaptado en el ámbito familiar, escolar, comunitario, intercultural…, tenemos que tener en cuenta una serie de elementos e indicadores que “aseguren” el rigor y la calidad del mismo. Como ejemplo, en lo referente a los programas de mediación entre compañeros, tendremos que evaluar (GEUZ, 2010):
- La consecución de los objetivos del programa inicialmente establecidos.
- El entrenamiento del equipo mediador.
- La actuación de los/as mediadores/as en las sesiones de mediación.
- La satisfacción de las personas usuarias del programa.
- Los resultados del programa de mediación (número de casos mediados, número de acuerdos alcanzado, cumplimiento de los acuerdos, etc.).
- El funcionamiento de las reuniones de seguimiento.
- El conocimiento y la percepción de los diversos colectivos de la comunidad educativa sobre la utilidad y el funcionamiento del programa de mediación.
Todo ello potenciará, sin duda, una mayor autonomía de las personas con las que mediamos y la propia calidad de la mediación que realizamos, sea cual sea el ámbito en el que intervengamos.
Al proceso de evaluación en la mediación y a recursos como los citados hacemos continua referencia en nuestro Curso de Especialización y en el Máster en Mediación en la Escuela Internacional de Mediación. El rigor científico humanístico y la formación en la práctica mediadora de calidad son nuestras señas de identidad.
Bibliografía:
Álvarez, J.M. (2001). Evaluar para conocer, examinar para excluir. Morata.
GEUZ (2010). Cómo poner en marcha, paso a paso, un programa de mediación escolar entre compañeros/as. Eusko Jauralitza. Gobierno Vasco.
Soria, M.A., Yepes, M., Lovelle, M.I. (2013). Cuestionario para valorar la satisfacción de usuarios en programas de mediación civil (csm-c). Revista de Mediación, 12(2), 14-21.