En nuestro país estamos acostumbrados a que el/la mediador/a sea llamado/a después de que el conflicto se haya producido, y aun siendo éste uno de los momentos de su intervención, no es el único…
Efectivamente el/la mediador/a debe estar ahí, en la búsqueda de un acuerdo entre partes en donde la diversidad sea uno de los factores claves en el desencuentro, y no solo debe estar ahí, sino que el/la mediador/a excelente sabe poner su formación, sus cualidades de negociación y sus competencias culturales al servicio de la búsqueda de ese acuerdo.
A veces el/la mediador/a es llamado/a a esa intervención como un resolutor del conflicto, un profesional del que se espera que encuentre una solución al desencuentro producido, y es aquí donde ese produce el error, ya que el/la mediador/a no es quien aporta la solución, sino por el contrario, es la persona que ayuda a las partes a que ellas mismas encuentren ese acuerdo.
Por cierto, cuando en esa intervención alguna de las partes no quiere participar, o no quiere llegar a un acuerdo, será imposible el poder encontrarla, y eso no será la causa de que el/la mediador/a sea más o menos competente.
Pero, además, el/la mediador/a excelente no debe reducir su campo de acción a esas acciones puntuales de intervención, sino que debe tener además al menos dos momentos claves más de su actuación.
Un/a mediador/a intercultural excelente debe saber acompañar en los procesos de inclusión de las personas que se están incorporando en la sociedad, siendo un guía, un cicerone, y donde las personas migrantes puedan encontrar en él/ella un apoyo, un báculo al que asirse y sobretodo una persona de referencia, con un prestigio contrastado.
Ese proceso de acompañamiento se puede hacer de diferentes maneras, ya sea de manera individual o a través de otros, poniendo en práctica metodologías de acompañamiento o mentoring en grupos.
Pero es que un/a mediador/a intercultural excelente debe tener una tercera característica, una que es escasamente apreciada y que es igual de importante o más que las dos anteriores. Un/a buen/a mediador/a intercultural debe trabajar en pro de una mediación preventiva. Un/a mediador/a trabaja en silencio para que el conflicto no se produzca a sabiendas de que, en el contacto intercultural, el conflicto se produce de manera natural.
Así como vemos, y a modo de resumen, el/la mediador/a intercultural excelente debe intervenir con solvencia ayudando a las partes en momentos de intervención puntuales, pero también debe acompañar procesos de inclusión de las personas migrantes y debe trabajar en pro de la mediación preventiva, tres características que sitúan al mediador/a intercultural en la excelencia y que le impulsan a la clara percepción de esta figura como profesional que aporta un valor añadido a la cohesión social de la sociedad el futuro.
Excelente información. Gracias por compartirla con los lectores.