En el Día Internacional de la Paz, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, es imprescindible hablar de Mediación como herramienta para la solución pacífica de los conflictos sociales.
Las dificultades son propias de los seres humanos y todos tenemos que aprender cómo afrontar mejor las circunstancias difíciles, hacer lo posible por recuperarnos de los sucesos dolorosos y crecer emocionalmente. El deseo de vivir en paz se convierte en una necesidad individual y colectiva, además de un derecho fundamental de que nuestra vida se desarrolle bajo la cultura de paz.
Sin embargo, un mundo en paz no está exento de conflictos. El conflicto es una realidad de la vida humana y allí donde estén dos o más personas en interacción pueden producirse discrepancias que den lugar al conflicto, implicando un coste real y potencial de no estar de acuerdo con la otra parte y un coste de llegar a un acuerdo con ella, siendo necesario hacer que el coste de llegar a un arreglo sea más bajo que el coste de no llegar a él.
Aunque el conflicto forme parte de la vida humana en relación, no debemos confundir conflicto con violencia puesto que hay conflictos que pueden resolverse sin el uso de la violencia, aunque no es posible que haya violencia sin conflicto.
Es necesario evitar la violencia como manera de resolver las diferencias entre las partes envueltas en el conflicto y crear medidas preventivas que atajen los conflictos antes de que den lugar a la violencia, ya que las consecuencias que dejan los enfrentamientos hacen más difícil su tratamiento.
La mediación es una manera de gestionar los conflictos que no supone vencer al otro, se aleja de la dicotomía de vencedor/ganador, de quién tiene razón/está equivocado y permite a las personas ventilar sus diferencias con un menor coste para ellas y para la sociedad, mejorando las relaciones personales.
La mediación, que responsabiliza a las personas de sus acciones y del efecto que en ellas y en los demás producen, tiene efectos muy beneficiosos:
– Proporciona un aumento de la calidad de vida de las personas, ya que promueve un cambio mental que facilita una interpretación diferente y que orienta a las partes a salir del conflicto, estableciendo dudas respecto a la intención perversa del otro, cambiando la idea errónea de que los intereses de uno son siempre incompatibles con los del otro y que los demás son los que nos atacan y debemos responder en los mismos términos.
– Se estimula el pensamiento positivo, que hace que los deseos de venganza hacia el otro desciendan, se tome distancia y se perciba la situación de manera más equilibrada, pudiendo ver la versión del otro, aunque no se comparta.
Se facilita el reconocimiento de la propia participación en el conflicto, la duda sobre la certeza de la versión propia y la existencia de más de una manera de interpretar lo que ocurre, proporcionando el descenso del temor y la desconfianza, tan común en el proceso interactivo conflictivo, modificando la continua necesidad de protegerse y evitando el ataque como respuesta defensiva.
Genera confianza y es una herramienta útil para la resolución de conflictos a utilizar en multitud de campos: familiar, penal, comunitario, vecinal, escolar, sanitario. Un recurso útil para la ciudadanía que ayuda a mejorar la convivencia. Un recurso que promueve la Cultura de Paz.
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