La escucha activa en tiempos de inmediatez: recuperar el arte de comprender

Vivimos en una era marcada por la velocidad. Las notificaciones constantes, la multitarea y la necesidad de respuestas inmediatas han transformado la forma en que nos comunicamos. En este contexto, la escucha —auténtica, profunda, empática— se ha convertido en un bien escaso. Sin embargo, para quienes ejercemos la mediación, la escucha activa no solo es una herramienta: es el corazón del proceso.

Este artículo propone una reflexión sobre el valor de la escucha activa en un mundo que prioriza la rapidez sobre la comprensión, y cómo los mediadores podemos (y debemos) reivindicarla como una práctica transformadora.

¿Qué es realmente la escucha activa?

La escucha activa va mucho más allá de oír. Implica una atención plena, una disposición genuina a comprender lo que la otra persona expresa —no solo con palabras, sino también con silencios, gestos y emociones.

Carl Rogers, uno de los padres de la psicología humanista, ya hablaba de la importancia de una escucha empática, libre de juicios, como base para cualquier relación de ayuda. En mediación, esta escucha se convierte en puente: entre posiciones enfrentadas, entre emociones contenidas, entre necesidades no expresadas.

La paradoja de la inmediatez

En la cultura digital actual, la rapidez se ha convertido en sinónimo de eficacia. Pero en mediación, apresurarse puede ser contraproducente. Escuchar activamente requiere tiempo, paciencia y presencia. Es una práctica contracultural que desafía la lógica de la inmediatez.

¿Qué perdemos cuando no escuchamos?

  • Perdemos matices.
  • Perdemos oportunidades de conexión.
  • Perdemos la posibilidad de comprender el conflicto en su complejidad.

Técnicas clave para cultivar la escucha activa

  • Parafraseo: Repetir con tus propias palabras lo que la otra persona ha dicho, para confirmar que has comprendido correctamente.
  • Reflejo emocional: Nombrar la emoción que percibes (“Parece que esto te ha generado mucha frustración…”).
  • Silencio consciente: No interrumpir. Dejar espacio para que el otro piense, sienta y se exprese.
  • Lenguaje corporal abierto: Contacto visual, postura receptiva, gestos que acompañan.
  • Evitar juicios o consejos prematuros: Escuchar no es resolver, es comprender.

Obstáculos frecuentes en la mediación

Incluso los mediadores y mediadoras más experimentados pueden caer en errores comunes de la mediación:

  • Escuchar para responder, no para comprender.
  • Anticipar soluciones sin explorar el fondo del conflicto.
  • Dejarse llevar por prejuicios o simpatías personales.
  • Fatiga emocional o exceso de casos, que reduce la calidad de la atención.

Reconocer estos obstáculos es el primer paso para superarlos.

Escuchar activamente no solo mejora la calidad de la mediación. También transforma a quien escucha. Nos hace más empáticos, más presentes, más humanos. En un mundo que grita, escuchar es un acto revolucionario.

Conclusión

Como mediadores y mediadoras, tenemos la responsabilidad —y el privilegio— de devolverle a la escucha el lugar que merece. No se trata solo de una técnica, sino de una actitud ante la vida. Escuchar es acompañar, es validar, es abrir espacio para que el otro exista.

Esta semana, te invitamos a practicar la escucha activa en tu entorno más cercano. Haz una pausa. Mira a los ojos. Escucha sin interrumpir. Quizás descubras algo que no esperabas.

Nuestra recomendación para aprender más sobre la escucha activa en mediación: El poder de la escucha activa, de Michael P. Nichols

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