Una de las dificultades grandes que tenemos los mediadores interculturales para adquirir el mismo rango que otras mediaciones ya establecidas, es nuestra de visibilidad del mediador intercultural.
El mediador intercultural todavía no goza socialmente de una visibilidad clara
La administración en los últimos años ya se ha dado cuenta del valor añadido que aporta a la sociedad las figuras del mediador mercantil, civil y familia creando no solo una estandarización de la formación sino también los registros oportunos donde los especialistas pueden ser fácilmente requeridos.
Sin embargo, el mediador intercultural aun siendo una figura que está reconocida desde hace mucho tiempo en algunas administraciones (por ejemplo, en la Consejería de Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía), lo cierto y verdad es que todavía no goza socialmente de una visibilidad clara, debido entre otras cosas a la polisemia con la que se refieren a nosotros.
Realmente el término mediador intercultural proviene de una nomenclatura nacida en los años 80 del S.XX, en países como Suecia o Gran Bretaña donde pronto se dieron cuenta de la necesidad de un especialista en el ámbito social, que denominaron “linkworker”.
Estos mediadores interculturales tienen como principal objetivo resolver cuestiones referentes a diferentes ámbitos como el socio-jurídico, socio-laboral, sanitario y educativo.
Sin embargo, cuando esta figura llega a nuestro país, debido a que verdaderamente no se sabía qué podía aportar, empieza a ser denominada de diferentes formas.
Diferentes términos para la misma profesión
Así tenemos de manera indistinta para la misma profesión términos como mediador cultural, mediador sociocultural, mediación intercultural social… Dicha polisemia se produce ya que no se tiene una idea clara de cuáles son sus funciones de dicha figura laboral.
Y es que, a mí mismo me ha pasado, incluso en el prólogo de uno de mis libros, donde la prologuista, a la sazón una política que regentaba una institución pública, se refiere a la figura como… mediador social.
Sin embargo es el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación el que define de manera clara no solo la figura sino de alguna medida también sus funciones en la siguiente definición:
“El mediador intercultural es la persona que ocupa un lugar estratégico en el ámbito social, que le permite a la vez recibir informaciones de carácter científico e institucional y transmitirlas de forma comprensible y eficaz al resto de la sociedad, que de otra manera o no recibirían las intervenciones o no estarían en condiciones de asumirlas, codificarlas y utilizarlas”.
Demanda de la figura de mediador intercultural
Esta falta de visibilidad y de claridad, aún con esta clara definición del MAEC, sumada al escaso desarrollo que ha tenido en nuestro país una verdadera política migratoria acompaña de algún plan integral estatal sobre la migración, ha hecho que esta figurar, más allá de estar reconocida como la mercantil, civil y familiar, esté todavía en el limbo.
Y es que dicha indefinición repercute en el ámbito laboral, ya que, aunque no esté estandarizada su formación o no se hayan habilitado todavía registros propios para esta modalidad, la realidad, es que muchas instituciones, tanto públicas como del 3er sector, tienen más que interiorizada la figura, y prueba de ello son las numerosas ofertas laborales que casi todas las semanas se ofrecen.
Claramente hay una demanda de la figura y se requiere una buena formación para acceder a los puestos ya que, en caso contrario, nos encontraremos con perfiles labores sin formación que son contratados bajo esa nomenclatura, aportando, no solo inseguridad laboral al término, sino probablemente una escasa resolución de conflictos por carecer de una formación específica, ni tampoco una visión intercultural de toda y cada una de sus acciones.
La realidad es que la migración en nuestro país vino para quedarse, por lo que la indefinición actual en la que se encuentra el mediador intercultural no ayuda a la mejora de una atención de calidad en la gestión de la diversidad.
Ahora más que nunca, impulsar la profesionalización es trabajar en pro de una sociedad más justa y que se prepara para ser más fuerte en el futuro.