Me dirijo aquí al mediador que se pregunta sobre la impecabilidad de su postura y, de paso, espero acercar la perspectiva mediadora a todo aquel que se interese por lo que fundamenta la neutralidad e imparcialidad del mediador.
“¿Cómo haces para mantener la neutralidad que caracteriza tu práctica profesional?”, me han preguntado en más de una ocasión. Y la verdad, el tema es absolutamente clave pues la neutralidad constituye uno de los principios de la mediación, pero, aun siendo así, surgen bastantes interrogantes sobre cómo ejercerla desde la introspectiva de nuestra profesión.
Procedimiento de mediación
Veamos, en primer lugar, algunos de los puntos sobre los que se sostiene el consenso institucional en torno a un liderazgo mediador caracterizado por el mantenimiento de una postura firmemente imparcial: La ley 5/2012 del 6 de julio, en su artículo séptimo hace, expresamente, referencia a la Igualdad de las partes e imparcialidad de los mediadores.
Concretamente, señala que el procedimiento de mediación ha de garantizar que las partes intervengan con plena igualdad de oportunidades, manteniéndose el equilibrio entre sus posiciones y el respeto hacia los puntos de vista por ellas expresados, sin que el mediador pueda actuar en perjuicio o interés de cualquiera de ellas.
El siguiente artículo, el octavo, hace referencia, por su parte, a la neutralidad del mediador, destacando que las actuaciones de mediación se desarrollarán de forma que permitan a las partes en conflicto alcanzar, por sí mismas, un acuerdo.
La neutralidad e imparcialidad del mediador
Por otro lado, el Código de Conducta Europeo para Mediadores, menciona la independencia y neutralidad de nuestros profesionales como algo esencial a recalcar, tanto antes de iniciar la tarea como durante.
Expresamente, se remarca la obligación del mediador a revelar toda circunstancia que pueda afectar a su independencia o suponer un conflicto de intereses, considerándose circunstancias de este tipo a toda relación personal o empresarial con una de las partes, cualquier interés financiero u otro, directo o indirecto, en el resultado de la mediación.
Además, la imparcialidad del mediador queda señalada con el hecho de que, este ha de actuar respecto de las partes, en todo momento, comprometiéndose a servir de la misma forma a ambas en el marco del proceso de mediación.
Esto deja claro cómo hemos de hacer, los mediadores, para ejercer de acuerdo con los principios de neutralidad e imparcialidad, pero ¿con qué herramientas contamos para garantizar, ante nosotros mismos, dicha imparcialidad en nuestro fuero interno?
Quedarse en la superficie y atender únicamente a lo que nos indica la ley o los códigos de conducta, puede asemejarse a ir conduciendo un automóvil y quedarnos sin GPS al inicio de un complejo y desconocido trayecto sabiendo sólo el nombre del pueblo al que hemos de llegar.
En promover el diálogo sin tomar partido a favor de ninguna de las partes, reconduciendo las situaciones conflictivas hacia la cooperación, desde el respeto y la comprensión hacia las mutuas y particulares circunstancias, reside parte del valor preventivo y resolutorio de la mediación, pero ¿cómo garantizar un impecable ejercicio de la imparcialidad a través del caudal de información que las partes -junto con sus conscientes o inconscientes tentativas de convencer-nos trasladan?
Estrategias para llegar a un equilibrio
Como mediadores, durante todo el proceso, hemos de cuidar que la historia de alguna de las partes no prevalezca sobre la otra. Para equilibrar tal intercambio usamos diferentes técnicas y estrategias que plasmamos, principalmente, a través de nuestras preguntas y reformulaciones.
Dichas estrategias implican la capacidad de analizar y sintetizar el componente contextual, tanto de las circunstancias que rodean el conflicto en cuestión, como de las posiciones, intereses y necesidades de las partes enfrentadas.
Todo ello en orden a intervenir desde perspectivas lo suficientemente amplias y complejas para posibilitar una reinterpretación del conflicto objetiva, serena, creativa y orientada hacia el consenso.
Tales perspectivas se pueden explicar en términos de lo que, entre otros, Don E. Beck relaciona con “memes de valor”, Kenneth Wilber con estadios de desarrollo de la conciencia apelando a estructuras de pensamiento de segundo grado, constructos como los niveles de conciencia de Richard Barret, etapas de desarrollo del yo como los propuestos por Loevinger o jerarquías clásicas como la de las necesidades de Maslow o la del desarrollo moral de Kohlberg.
A partir de estos y otros modelos teóricos podemos inferir estructuras de cosmovisiones como los Atractores Motivacionales u otras que van de lo simple a lo más complejo y que, el profesional de la mediación aplica para tomar distancia respecto de su posicionamiento egocéntrico y para autogestionar su intervención mediadora.
Posturas adoptadas
Para nosotros los mediadores, tener presente que las posturas adoptadas por las partes enfrentadas son transitorias y forman parte del proceso evolutivo de cada cual, ya es coadyuvante de un rol de observador externo y, por lo tanto, de imparcialidad.
Nosotros estamos para ayudarles a contemplar lo que ocurre desde una perspectiva más amplia e inclusiva de la idea de permanente cambio.
En ella, además, encontramos fundamento para nuestra ausencia de juicio y nuestra imparcialidad respecto de las posturas e intereses de las personas con las que trabajamos. Verdaderamente, resulta absurdo posicionarse y anclarse en lo que es transitorio. Ahí está la clave. Todo esta en permanente movimiento y no es posible conceptualizar el conflicto de contraria manera.
Los mecanismos emocionales y cognitivos que emergen a causa de la situación conflictiva explican la emergencia de anclajes, distorsiones cognitivas y auto justificaciones en las partes implicadas, es algo normal, pero nosotros, como mediadores, tenemos por tarea el mantenernos firmes en la idea de transitoriedad de los mismos y recordárselo sutilmente a las partes enfrentadas a través de nuestras intervenciones.
Atractores Motivacionales
Precisamente para orientar nuestras preguntas y reformulaciones podemos recurrir a herramientas como los Atractores Motivacionales que además sirven para facilitar la imparcialidad de nuestra practica mediadora.
Los seis Atractores Motivacionales, cada uno de los cuales trasciende e integra al anterior en complejidad, representan una manera concreta de concebir -las partes enfrentadas- el conflicto de acuerdo con un conjunto de valores y creencias que guardan fuerte relación de coherencia entre sí.
Ofrecen al mediador una directriz sobre la cual orientar sus preguntas y reformulaciones a la vez que sirven para ayudar a las partes implicadas a comprender y contextualizar la postura y motivos del contrario.
Esto es muy valioso pues, innegablemente, es más fácil que haya respeto y tolerancia cuando hay auténtica comprensión de los motivos y circunstancias del otro.
Se trata de un análisis profundo que posibilita una comprensión que va más allá de etiquetas, prejuicios y bloqueos psicológicos internos.
Tener presente que, como mediadores, nos orientamos a tender puentes para facilitar este tipo de comprensión entre las partes, ayuda grandemente a mantener la imparcialidad al tiempo de no confundir neutralidad con indiferencia.