La mediación intercultural, una profesión antigua

Hoy voy a contarte un secreto para los que realmente no saben cuál es nuestra misión profesional, pero que no lo es tanto para los que nos dedicamos a la mediación intercultural, y este secreto no es otro que éste: nuestra profesión no es una cosa nueva.

Realmente la figura del mediador intercultural no es tan reciente, y no es algo que tenga que ver solo con los flujos migratorios y la gestión de la diversidad

Esta profesión ya se desarrollaba desde el medievo por personas que por oficio se encargaba de mediar para liberar esclavos y prisioneros de guerra.

Mediadores interculturales

Estos profesionales aparecen en territorios fronterizos donde es necesario establecer líneas de comunicación con otras comunidades y donde lógicamente eran necesarias personas con determinadas cualidades, como dotes de negociación, especialistas en el contexto de la frontera y conocimiento sobre su problemática. 

En un principio estas cualidades eran desarrolladas por comerciantes que trabajaban en dichos lugares y que ya tenían esas características, pero posteriormente algunos de ellos se especializaron en la negociación de la libertad de los prisioneros.

Estos expertos daban respuesta a una cierta realidad que era la beligerancia de un tiempo en el que muchos soldados se vieron envueltos y donde la realidad del cautiverio era muy habitual.

Por todo ello, la figura del mediador era tan frecuente que en los diferentes reinos y territorios de España existían términos para denominar a la persona que se encargaba de dichas labores. 

Así por ejemplo, nos han quedado tres palabras:

Alfaqueque

Por ejemplo, en el reino de Castilla se utilizaba la palabra Alfaqueque, que proviene del árabe andalusí “alfakkák” y que tiene dos acepciones:

  1. Antiguamente, comisionado oficial para redimir cautivos o libertar esclavos o prisioneros de guerra. 
  2. Hombre que servía de correo.

Exea

En el reino de Aragón se utilizaba otro término para la misma figura: Exea que proviene también del árabe andalusí “išší‘a”, que probablemente tuviera que ver con otro oficio que realizaban esas personas como es el de guía o explorador.

Mostolafs

Y también en catalán por ejemplo encontramos la palabra mostolafs, figura que en dicho territorio se articulaba de manera un poco diferente y donde podía ser desarrollada por personas o familias concretas, bajo el pago de un impuesto.

Recordemos que muchas personas de a pie recobraron un bien tan preciado como la libertad, gracias al buen hacer de estos profesionales, sino también personajes ilustres de nuestra historia que no hubieran podido trascender, sino hubiera existido la buena labor de esta figura.

Este es el caso por ejemplo de Miguel de Cervantes Saavedra que sufrió cautiverio en galeras y después en Argelia, y cuya liberación está íntimamente ligada al oficio del mediador o alfaqueque y también a una orden religiosa cuyo génesis está en la negociación.

Esta orden religiosa es la de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, conocida comúnmente por la de los trinitarios que se dedicaban a la liberación de presos de manera no violenta, es decir, ejerciendo ese oficio del alfaqueque, y negociando la libertad de los cautivos.

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Como ves encontramos en el medievo español y después en pleno siglo XV, XVI, e incluso principios de XVII, una realidad que era atendida por profesionales alfaqueques o ahora mediadores interculturales, que buscaban el mejor acuerdo entre las partes.

Por tanto, los mediadores interculturales no somos más que los herederos de una situación que vuelve, donde los territorios fronterizos están ahora en nuestras países, en nuestras ciudades y en nuestros barrios.

Nos toca volver a dar respuesta a esa realidad de frontera donde, lejos de tener que negociar la libertad de las personas, debemos minimizar un factor que nos ha traído la globalización, como es el impacto natural que genera el contacto habitual con personas de otras culturas, con otros valores, y con otras experiencias.

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