Aunque la figura del mediador es imparcial, su liderazgo existe, y consiste en conducir a las partes enfrentadas hacia la construcción autónoma del acuerdo más sostenible y responsable para ellos, aquel con el que puedan identificarse y comprometerse a cumplir. Para construir acuerdos de este tipo, aun con la ley en la mano en todo momento, hay que dejar lugar a la creatividad de las partes para contemplar el mayor número de aspectos de lo que ellos quieren, analizando en profundidad sus intereses y necesidades. Suena a tarea larga ¿verdad?, sin embargo, se consigue con eficiencia utilizando las herramientas adecuadas, entre las que encontramos los atractores motivacionales.
Aquello a lo que da importancia una persona y presta más atención, determina grandemente su manera de enfrentarse a un conflicto y plantear posibles soluciones. Cada uno de los 6 atractores motivacionales que más adelante se detallan, representan una manera concreta de concebir -las partes enfrentadas- el conflicto, de acuerdo a un conjunto de valores y creencias que guardan fuerte relación de coherencia entre sí. Cada atractor motivacional trasciende e integra al anterior en complejidad, ofreciendo al mediador una directriz sobre la cual ayudar a los participantes a replantear el problema y transitar hacia los acuerdos.
Así, a lo largo de los 10 años que llevo ejerciendo como mediadora, he podido observar que hay atractores que favorecen el conflicto y otros que lo desbloquean. Como mediadores, aplicamos los atractores motivacionales para gestionar las posturas bloqueantes de las partes, ya sea en sesión individual o conjunta. Identificar el atractor predominante frente al conflicto, nos ayuda a guiar a las personas enfrentadas hacia la transformación de los posicionamientos discordantes en otros más favorables al diálogo.
Atractor motivacional
El concepto de atractor motivacional lo baso en el de “meme de valor” utilizado por Don E. Beck y también por Ken Wilber en su Enfoque Integral. Ambos autores investigan las etapas a través de las cuales evoluciona la conciencia. El estadounidense Don E. Beck trabajó conjuntamente con Clare W. Graves en la descripción de una serie de etapas en la maduración de las personas, de acuerdo a las condiciones de su entorno y las particulares capacidades y necesidades de adaptarse a ellas. Graves relacionó dichas etapas con valores, capacidades de aprendizaje y otros atributos para explicar una secuencia evolutiva desde lo simple a lo complejo, desde la pura capacidad de supervivencia hacia la comprensión de la vida como un todo en continuo cambio.
Más adelante Beck, junto con Christopher Cowan, rebautizó lo que Graves llamaba “sistemas bio-psico-sociales,” como “vMEMEs” o “memes de valor”. Descritos primeramente por Richard Dawkins, fue Mihály Csikszentmihalyi quien utilizó la palabra “Meme” -del griego mimesis, imitación- para designar “una unidad de información que hace referencia a actitudes o maneras de pensar que se replican a través de la tradición cultural y la imitación”. Así, los vMEMEs pueden entenderse como patrones que determinan nuestra manera de ver el mundo y relacionarnos con los demás, ya sea de manera constructiva o no.
La investigación de Graves se desarrolló durante la década de los 60 y 70 en Nueva York. Años más tarde, Beck aplicó esta secuencia de patrones al análisis de las negociaciones con que se dio por concluido el Apartheid en Sudáfrica. Posteriormente, siguió aplicando dichos conceptos al análisis de coyunturas en los ámbitos organizativo y político. De ahí, precisamente, mi interés por la mediación tras haber estudiado el trabajo de estos autores y haber tenido la ocasión de trabajar personalmente con Don E. Beck, quien, además, contrastó su teoría con el Enfoque Integral de Ken Wilber aportando concreción y amplitud. Wilber, a su vez, considera, entre otras, las perspectivas evolutivas clásicas de Hegel, Bergson, T. De Chardin o Gebser, apuntalando la idea de evolución a través del cambio junto con los trabajos de contemporáneos como Andrew Cohen, Michael Down, Robert Wright o John Stuart Mill, entre otros.
¿Cuáles son los atractores motivacionales?
Los atractores motivacionales no son rasgos de las personas, sino un indicador que nos informa sobre la manera de percibir una determinada situación. En el ejercicio de la mediación, es posible distinguir entre 6 atractores motivacionales:
Los bloqueos de comunicación y creatividad se forman comúnmente en los cuatro primeros atractores: seguridad, poder, deber y éxito personal, por estar vinculados a maneras parciales de ver las cosas. Ello, a su vez, hace que guarden mayor relación con la emoción del miedo, la ira, la violencia, los prejuicios, la rabia, el sufrimiento, la competitividad, la envidia y, en general, factores que agrandan un problema. Por otro lado, la inclusión (pertenecer al grupo) y, especialmente, la integración (soluciones compartidas), son atractores desde los cuales es más fácil llegar a acuerdos, y hacía ellos tratamos de ampliar, desde un liderazgo mediador, las perspectivas de las personas entre las que mediamos.
Como herramienta, los atractores motivacionales ofrecen unas “teclas clave de desbloqueo” para ayudar a las partes enfrentadas a trascender sus posturas bloqueantes hacia el escalón siguiente en complejidad y amplitud de miras. Les posibilita transitar, peldaño a peldaño, hacia perspectivas más complejas en que el conflicto agresivo se disuelve. Dicho en otras palabras, este método ayuda al mediador a intervenir según el atractor predominante y su correspondiente “tecla de desbloqueo” para ayudar a las partes a reinterpretar el conflicto desde una nueva perspectiva en que brotan soluciones creativas para el acuerdo. La propuesta que sea más inclusiva, será a la que daremos peso argumentativo en la mediación y esto lo han de asumir y acordar las partes antes de comenzar con el proceso en un simbólico “acuerdo de valores” que representará uno de los criterios a la hora de dirimir los desacuerdos.
¿Cómo se aplican los atractores motivacionales?
Para identificar el atractor predominante suelo pasar a mis clientes un cuestionario y luego completar la evaluación con preguntas abiertas durante caucus en la fase de premediación. Si los atractores en torno a los que se forman los mayores bloqueos conflictivos son seguridad, poder, deber y éxito personal, veamos cuales son las “teclas” que los desbloquean:
En primer lugar, para trascender el apego a la seguridad, ese miedo a lo incierto, la persona necesita mayor autonomía para asumir roles de poder. El poder implica cierto grado de respaldo y apoyo, con lo que las reformulaciones del mediador tendrán que servir para ayudar a esta persona a formular propuestas y soluciones dignas de aprobación. Emplearemos para ello preguntas para empoderarle, ayudándole a encontrar coherencia entre lo que cree que le amenaza y lo que percibe en el momento presente. Enunciados del tipo de “me quitará a mis hijos”, “me voy a quedar en la calle”, “son gente perversa”, etc., son aplacables con reformulaciones del tipo de “no es fácil que te quite a tus hijos, piénsalo bien, ni siquiera es probable que desee hacerlo en el sentido que imaginas, pero, en cualquier caso, hay muchas maneras de impedirlo y vamos a explorarlas aquí”. Lo mismo con “me voy a quedar en la calle”, hay multitud de cosas que puedes hacer ahora mismo para que eso no pase, vamos a ver cuales son y a ver si alguna de ellas nos sirve para proponer una solución a la otra parte.
El esquema es:
“definir la amenaza de manera realista (anulamos el miedo)”
+
“analizar las soluciones que hay disponibles y el nivel de decisión que tiene la persona sobre ellas (empoderamos)”.
En segundo lugar, para trascender el apego al poder, la persona necesita desarrollar mayor autocontrol y reflexionar sobre el sentido del conflicto. El mediador recurrirá aquí a la formulación de preguntas orientadas a ayudarle a mirar al futuro y a comprender los motivos del otro. Por ejemplo, encontramos frecuentemente conflictos causados por el deseo de, uno o varios participantes, de mantener el control sobre el dinero o sobre relaciones con familiares, socios o trabajadores. Suele reflejarse a través de enunciados del tipo de “yo soy quien ha puesto el dinero en esta empresa” o “no quiero que mi hijo tenga relación con tal familiar”. Frente a ellos, tendríamos que analizar con nuestro cliente si sus propuestas son realmente las más eficientes o si quiere imponer su voluntad a la fuerza por temor a que no lo sean. Potenciar un enfoque sistémico de la relación funciona bien aquí, pues es frecuente que las partes caigan en el autoritarismo a causa de un pobre análisis sistémico y de falta de recursos para trabajar en equipo y comprenderse.
El esquema, en este caso, sería:
“reflexión para trasladar los centros de poder fuera de los recursos o relaciones compartidas (anular el miedo)
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dotar de un sentido más profundo y liberador esos centros de poder (orientar hacia motivaciones coherentes).
En tercer lugar, para trascender el apego a una creencia fija sobre “cómo se deben hacer las cosas” frente al conflicto, el mediador deberá encaminar la reformulación hacia una más amplia y respetuosa consideración de la individualidad de la persona. Por ejemplo, enunciados del tipo de “son los padres quienes tienen que decidir sobre la vida de los hijos y no al contrario” sugieren la necesidad de contar, el mediador, con suficientes ejemplos y argumentos fácticos para lograr que el participante considere nuevas alternativas al problema. El esquema, como siempre: partiendo del atractor de base -las cosas han de ser así pues es lo correcto y lo bueno-, diseccionaremos aquí el argumento para ver qué es lo bueno y esencial, y qué cosas, por contra, podemos replantear sin que deje de serlo. Por ejemplo, en el conflicto intergeneracional entre hijos adultos y padres, podríamos preguntar “¿por qué crees que tus hijos no pueden darte buenos consejos?, ¿crees que no hay nada que ellos puedan conocer mejor que tú?”, ¿qué cosas prácticas has aprendido de tu hijo?”. Si la reflexión fluye, habremos enlazado hacia la transición. Si no fluye, probablemente haya que retroceder al escollo del poder, el del atractor anterior.
En cuarto lugar, para trascender un exceso de apego al éxito personal, ya sea en los asuntos familiares o en el ámbito profesional, como mediadores, hemos de estimular en el participante un sentido de pertenencia a algo que, genuinamente, pueda compartir con la otra parte. Ese algo, ha de permitir a esa persona, la realización en el plano personal y, además, el logro de cierta armonía con la otra parte. Podremos formular aquí preguntas del tipo de “¿te parece inteligente no tratar de empatizar algo más con la otra parte para resolver esta situación?”, “¿qué es lo que te impide ser más empático?” y trabajar, seguidamente, sobre la aceptación de estas cuestiones poniendo énfasis en la ”solución más inteligente” al problema.
¿Qué debe hacer un mediador/a?
Nosotros, como mediadores, sabemos que la solución más simple que, al mismo tiempo, considere una mayor complejidad de factores, es la más sostenible en el tiempo. No tenemos que explicarle esto a nuestro cliente ni hablarle de atractores motivacionales, simplemente ayudarle a considerar la mayor cantidad de factores y a ordenarlos dentro de un esquema de acción coherente. De esta manera, el ejercicio consistirá en ir transformando cada uno de los elementos bloqueantes en oportunidades dentro del plan de acción considerado por esa persona como el más apropiado para resolver su conflicto.
Cuando las posturas de las partes enfrentadas se establecen en torno a los atractores de pertenencia e integración, resulta mucho más fácil construir hacia el acuerdo y empatizar con el otro.
A partir del atractor que se establece en torno a la necesidad de pertenecer a una familia, grupo o comunidad, es ya más propicio que se dé el diálogo constructivo en tanto sea posible establecer nuevos nexos entre los grupos de personas que se excluyen. Establecer dichos nexos es una tarea más habitual para la mente creativa, aunque no en todos los casos desbloquea caminos para el profesional de la mediación. Cuando las personas sienten que está en juego el pertenecer a una familia, empresa, organización, comunidad o grupo, se suele dar en ellos un bloqueo frente a todo lo que creen que, ese grupo con el que se identifican, rechaza. Ello puede ser aprovechado por el mediador para animar a los participantes a reflexionar sobre espacios de pertenencia compartidos con la otra parte. Puesto que tanto las familias, como las empresas o las comunidades cuentan con sus propios códigos en relación a lo que consideran afín, aceptable y conveniente, haremos reformulaciones inclusivas recalcando aquello que ambas partes puedan compartir. En todo caso, el hecho de que se opere desde un estilo de pensamiento plural que busca el consenso, favorece siempre un dialogo constructivo. El acuerdo “ideal” es visualizado aquí desde escenarios en que es posible alcanzar propósitos comunes a través de asociaciones y experiencias compartidas, inclusive por oposición.
Por último, cuando lo que se privilegia es la creación de soluciones compartidas, nos encontramos ante un atractor motivacional que es, además, esa meta o terreno hacia el que ayudaremos que transiten todas las partes enfrentadas. El atractor de integración implica la aceptación de la unidad sistémica, de una interdependencia a la cual conviene atender y que hace que broten las soluciones creativas con naturalidad. Prestar atención a cómo se relacionan e integran los procesos emocionales, conductuales, culturales y sociales en que participamos, se toma, desde esta perspectiva, como algo muy útil y necesario para trascender los conflictos bloqueantes. Como profesionales de la mediación, nos viene muy bien cuando alguna de las partes opera desde este atractor.
Este post ha sido elaborado por Dña. Catalina Bernaldo de Quirós, directora Co-Mediación Gabinete, mediadora en Quirónsalud y docente en la Escuela Internacional de Mediación.