El bullying es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico, que se produce de forma deliberada y continuada entre estudiantes, independientemente de su edad. Se estima que entre un 15% y un 50% de ellos niños y adolescentes pueden haber sido víctimas de acoso escolar en algún momento. Por tanto, si el bullying se está dando es necesario realizar un trabajo de reparación previa antes de la mediación, para que ambas partes, ejecutor y víctima, se encuentren en una situación de igualdad.
La violencia reactiva, o expresiva, es como una explosión, que surge cuando se experimenta un nivel de tensión o de dificultad que supera la capacidad de la persona (o del grupo) para afrontarlo de otra manera. Origina más violencia al aumentar a medio plazo la crispación que la provocó; y cuando se refuerza por permitir obtener a corto plazo determinados objetivos, pudiendo convertirse así en violencia instrumental, sobre todo si se justifica y si se carece de alternativas para lograrlos de otra forma. Las rabietas de los niños pequeños ante las frustraciones, por ejemplo, son de tipo reactivo. Las personas que utilizan la violencia instrumental, para alcanzar sus objetivos, suelen justificarla, dándole apariencia de legitimidad. Este tipo de violencia tiende a perpetuarse al impedir desarrollar otros procedimientos más complejos para conseguir lo que se pretende y al producir un alto nivel de crispación, provocando una serie de reacciones de violencia que contribuyen a justificarla. Para prevenirla en la familia conviene: 1) condenarla, asumir que la utilización de la violencia nunca está justificada, ni siquiera como procedimiento de disciplina; y 2) desarrollar alternativas (en el conjunto de la familia y en cada individuo) para resolver los conflictos sin recurrir a la violencia (Díaz-Aguado, 2016).
Como la mediación puede empoderar a las víctimas y promover el cambio en entorno escolares.
Son incesantes las noticias que existen diariamente sobre situaciones de acoso escolar en nuestro contexto social y educativo. Así, últimamente hemos podido leer noticias tales como: “Unos alumnos obligaban a otros en Baleares a besarle los pies y lo grababan en video”; “Un menor en Jerez apuñala a tres profesores y dos compañeros porque ya no podía aguantar más la situación de bullying que sufría” …
Ante estos acontecimientos tan graves, los profesionales de la educación no pueden mirar hacia otro lado y el ámbito familiar debe transformarse en un ámbito socioeducativo y preventivo.
Los protocolos de actuación son papel mojado. Los centros amparándose en la confidencialidad no informan a las familias de las actuaciones de manera efectiva y clara. La víctima con secuelas psicológicas -a veces muy graves- tiene que buscarse la atención psicológica e incluso psiquiátrica de manera privada, si puede permitírselo. El acosador o acosadora, en nueve de cada diez casos, sale impune.
El tipo de conflicto que se considera mediable varía de un centro a otro, cada uno establece sus propios límites a la hora de poner en práctica la mediación. En algunos centros la mediación se utiliza, exclusivamente, para abordar conflictos entre el alumnado, mientras que, en otros, se extiende su utilización a conflictos en los que el profesorado y las familias se ven implicados. Los conflictos más adecuados para la mediación son los de carácter interpersonal. Sí es importante delimitar claramente aquellas situaciones que deben conducirse por vía disciplinaria que habitualmente incluyen las trasgresiones graves de la normativa escolar (Corbeña y Romera, 2019).
Para erradicar el acoso y otras formas de violencia, es preciso desarrollar una estrecha colaboración entre todas y cada una de las personas que forman la comunidad educativa, incluidas todas las familias, así como entre dicha comunidad y el resto de la sociedad de la que forma parte. La toma de conciencia colectiva que se está produciendo en la actualidad debe contribuir a dar los pasos necesarios para ello. Colaboración que puede contribuir a mejorar en general la calidad de la educación (Díaz-Aguado, 2016).
Dado que actualmente siguen sin ser educados desde la prevención muchos de los procesos sociológicos violentos que ocurren en los centros y aulas escolares, resulta oportuno apostar por un modelo pedagógico “radical”. Dicho paradigma responde a la metáfora de un árbol, en la que una parte radical está enterrada y no se percibe, si bien es esencial para la vida del ser (De la Herrán, 2023). Y para que esto sea posible, sería necesario que los profesores y otras figuras educativas estuvieran formados de manera continua en el modelo de mediación insight. Se trata de un modelo original de mediación, proveniente de Canadá, que surge a partir de la crítica hacia los modelos tradicional-lineal, narrativo y transformativo. Este enfoque concibe la intervención mediadora como un proceso interactivo de aprendizaje para todas las personas participantes (incluida la conductora del mismo). Se fundamenta en dos teorías filosóficas y pedagógicas que privilegian la reflexión personal como vía para alcanzar el conocimiento: la teoría del insight de Lonergan y la teoría del aprendizaje transformacional de Mezirow. Sobre estas bases teóricas, sus fundadores han elaborado un proceso que recurre a técnicas comunicativas específicas para superar el conflicto, que es concebido como la experiencia de una amenaza hacia las convicciones más íntimas de la persona (Garrido, 2016). Lo que posibilitaría, entre otros aspectos cruciales, que los educadores, en el ámbito familiar, educativo, de calle…, fuesen más conscientes a la hora de detectar todas las circunstancias que provocan una situación de maltrato entre iguales.
El esquema básico de este modelo es el siguiente:
Todo ello nos daría la posibilidad de que los centros educativos fuesen más conscientes de la necesidad de parar el bullying desde medidas de detección y prevención eficaces que pudieran contribuir a que las potenciales víctimas tuvieran más herramientas para poder actuar y los potenciales ejecutores fueran conscientes de que sus frustraciones personales y/o vitales no se atenuarán por ejercer violencia hacia sus iguales. Todo ello, tiene que ir de la mano de ambientes familiares saludables en donde el vínculo paterno-filial huya de: la sobreprotección, la exigencia excesiva o falta de exigencia, el autoritarismo, el no establecimiento de límites sanos, etc.
La prevención del acoso escolar debe ser afrontado desde los centros y aulas escolares a través de acciones transversales multidisciplinares, que vinculen el día a día de los alumnos y sus demandas con el currículo y con una forma pacífica de solventar los problemas y conflictos sean de la índole que sean.
Casos reales de mediación escolar. El trabajo en red a través de proyectos.
Evidentemente el acoso escolar puede darse en cualquier contexto y clase social. De hecho, existen multitud de famosos que han sido objeto de bullying y otros tipos de abuso en su infancia. Veamos algunos ejemplos:
Lady Gaga reconoció en una entrevista que fue víctima de acoso desde pequeña debido a que «tenía una nariz muy grande, el pelo castaño muy rizado, y padecía sobrepeso». A ello se le sumaba una personalidad «diferente» que provocó, en distintos momentos de su vida, y de forma constante, fuera víctima de todo tipo de burlas y muestras de acoso.
Bruce Willis relató que se trataba de la experiencia «más dura» que recuerda y, en su caso, el acoso se relacionó con el hecho de ser tartamudo.
Tom Cruise, explicó en una entrevista que llegó a sufrir acoso escolar hasta en «quince escuelas diferentes”.
Madonna dio a conocer que de pequeña no se sentía integrada, no había “ningún grupo del que me sintiera parte» y eso le llevo a ser marginada en diferentes momentos de su vida tanto en la infancia como en la adolescencia.
En España, existe un caso especialmente llamativo como es el de James Rhodes, que en su infancia sufrió una situación continuada de abuso sexual por parte de un adulto. Y en la actualidad se ha convertido en uno de los mayores activistas Pro-Derechos de los niños, tanto es así que la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación parcial del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil, por la Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, y la Ley 26/2015, de 28 de julio, es conocida popularmente como “La Ley Rhodes”. Dicha ley combate la violencia y abusos sobre la infancia y adolescencia desde una aproximación integral, dando una respuesta amplia y multidimensional a la misma. Por esto, se otorga una prioridad máxima a la prevención, así como a la sociabilización y a la educación. Lo que se pretende es realizar una detección precoz de dicha violencia para poder acabar con ella de manera rápida y poder prestar la asistencia necesaria y la reintegración de los derechos vulnerados de los infantes, todo ello poniendo en el centro de la actuación la recuperación de la víctima.
Estos sonados casos de “recuperación personal y social” nos tienen que hacer pensar en que las estrategias que se pongan en juego son cruciales para posibilitar que el acoso escolar sea detectado a tiempo y, con ello, exista una verdadera práctica democrática, equitativa y justa en los centros y aulas escolares. Muestra de ello es el Proyecto Atlántida, donde la convivencia es uno de los pilares fundamentales. Se trata de una iniciativa abierta a la participación de todos los agentes educativos, con la misión de promover las ideas y los valores propios de una educación democrática. Como tal, concibe la educación democrática como la realización plena del derecho a la educación y compromete su esfuerzo en lograr que este principio pueda llegar a ser compartido por el mayor número de profesores y profesoras, familias y agentes sociales. Sus metas se dirigen a lograr buenas prácticas de escuelas para todos, mejorando las condiciones actuales de escolarización e intentando que la sociedad asuma su responsabilidad moral mediante un amplio compromiso social por una educación pública de calidad (Bolívar y Luengo, 2007). Convirtiéndose en una de las mayores redes de trabajo intercentros existente en nuestro país. Donde la mediación educativa es uno de los pilares fundamentales.
Otro de los proyectos consolidados en nuestro país, es el de las comunidades de aprendizaje basado en un conjunto de actuaciones educativas de éxito dirigidas a la transformación social y educativa. Este modelo educativo está en consonancia con las teorías científicas a nivel internacional que destacan dos factores claves para el aprendizaje en la actual sociedad: las interacciones y la participación de la comunidad. Las Comunidades de Aprendizaje implican a todas las personas que de forma directa o indirecta influyen en el aprendizaje y el desarrollo de las y los estudiantes, incluyendo a profesorado, familiares, amigos y amigas, vecinos y vecinas del barrio, miembros de asociaciones y organizaciones vecinales y locales, personas voluntarias, etc. El proyecto, que empezó en la educación obligatoria en 1995, cuenta actualmente con más de 294 Comunidades de Aprendizaje. Debido a su éxito, las Comunidades de Aprendizaje se han extendido a nivel internacional, llevándose a cabo en centros educativos de Brasil, y se han estudiado dentro del Sexto Programa Marco de Investigación de la Unión Europea INCLUD-ED como una actuación de éxito para el fomento de la cohesión social en Europa a través de la educación (CREA, 2006-2011). Partiendo de los sueños de toda la comunidad educativa y a través del diálogo y la ciencia este proyecto transformador está alcanzando un doble objetivo: superar el fracaso escolar y mejorar la convivencia