Cómo la mediación puede ayudar a los padres a resolver los conflictos con sus hijos, a tomar decisiones conjuntas y a mejorar su comunicación y relación.
Como agente de socialización y protección de sus menores, la familia juega un papel representativo desde los inicios del ser humano, aunque no siempre se ha identificado de la misma manera. En un tiempo en donde la familia patriarcal ha entrado en crisis hacia otro modelo más democrático, se analizan una serie de aspectos que de una u otra forma favorecen el hecho de que nos encontremos en una situación en donde día tras día infinidad de familias acudan a programas de apoyo para intentar modificar el proceso de convivencia interno, debido a los innumerables conflictos que existen entre los diferentes miembros.
Entendemos la familia como el primer ámbito de socialización del menor y donde se desarrolla el mayor nivel de aprendizajes de éste para conformar su identidad y personalidad. Para mantener su continuidad y redefinir sus propósitos conforme a los avances sociales, la familia ha de combinar firmeza y plasticidad, siendo el punto donde confluyen lo externo, el marco normativo y social, con lo interno, la privacidad y las emociones. Así pues, se configura como el ámbito que filtra las situaciones que el menor vive a nivel social a la par que le prepara para desenvolverse de manera efectiva en el mismo plano, resultando difícil en muchos casos definir sus límites, ya que todos estamos inmersos en ambas esferas. En nuestra sociedad se entiende, de forma global, a la familia como la unidad formada por un grupo social de dos o más personas vinculadas por un lazo de parentesco y que conviven juntas, constituyendo un hogar. Sin embargo, más allá del parentesco, la familia también consolida otros aspectos de la identidad, como son las relaciones e interacciones que se establecen con el grupo social de referencia (Trujillo, 2013).
Conflictos familiares
Si aceptamos la necesidad de contar con códigos y referentes normativos como base para desarrollar la vida en común, debemos centrar la atención en los aspectos funcionales y disfuncionales que cada realidad familiar lleva consigo. El modelo de relación en el hogar y la calidad del vínculo afectivo entre los integrantes del grupo familiar, dependen, en gran medida, del bagaje personal de todos y cada uno de los integrantes del grupo familiar. Y el orden social asume en la actualidad funciones que habían sido exclusivas de los padres, los cuales, al reconocer o aceptar la rebeldía del hogar, pueden delegar en la ley la capacidad para regular u ordenar su vida familiar.
En ocasiones, el proceso de avance en la autonomía de los menores no avanza progresivamente. Muchos padres y madres se sienten incapaces de facilitar una relación armónica con sus hijos. Más allá de las causas, la aparición de situaciones problemáticas cotidianas es una señal clarividente de que ha llegado el momento de buscar cambios en nuestra manera de enfrentar dichas situaciones y, en ocasiones, esos cambios se pueden originar a través de la mediación.
Si el rol de los padres no está suficientemente definido o se tambalea por multitud de circunstancias: divorcio, conflictos entre la pareja, padres ausentes… es entonces cuando, en cierta medida, comienza el riesgo para la aparición de la violencia en el seno familiar. La aparición de dicho proceso familiar va desencadenando una serie de complejidades en el entorno convivencial, una de las más destacadas es la pérdida progresiva de autoestima por parte de todos los miembros familiares.
Beneficios y posibilidades de la mediación familiar. Qué pueden hacer los padres en conflicto con sus hijos.
El proceso de mediación no se va a poder dar en situaciones de alteración cognitivo-emocional: patologías psiquiátricas, ni en situaciones donde exista un claro rol de agresor-víctima, como es el caso de la violencia-filioparental. Ya ofrecimos, en su momento, técnicas y herramientas para trabajar en estos casos (siempre y cuando haya existido o exista un proceso terapéutico simultáneo o anterior) https://eimediacion.edu.es/ser-mediador/noticias-de-mediacion/blog-mediacion-familiar/tecnicas-para-la-mediacion-en-casos-de-violencia-filioparental/
La mediación familiar es una forma de poner fin al matrimonio sin convertir a los miembros de la pareja en adversarios. Este marco de trabajo ofrece la oportunidad de negociar su propio acuerdo de separación o divorcio, presuponiendo que la decisión de separarse o divorciarse ya ha sido tomada (Haynes, 1995).
Entre los beneficios que podemos destacar en la mediación familiar entre hijos y padres, tenemos los siguientes:
- Encontrar un espacio neutro dirigido por un profesional donde todos pueden argumentar qué está pasando desde su prisma personal.
- Desarrollar herramientas sociales partiendo de la realidad cotidiana, tales como: la empatía, la asertividad, la escucha activa…
- Reducir significativamente la tensión y el enfrentamiento entre padres e hijos.
- Buscar soluciones alternativas que posibiliten sufragar necesidades de ambas partes.
- Responsabilizar a todas las partes implicadas en el conflicto.
- Mejorar la calidad de las relaciones de las partes implicadas en el conflicto.
Todo ello se puede conseguir a través de una serie de acciones, propicias para el proceso mediador:
- Buscar el momento emocional adecuado para compartir las demandas de padres a hijos y de hijos a padres.
- Expresar el interés que cada parte tiene ante las demandas y solicitudes de la otra parte. Interesándose, igualmente, por sus inquietudes, gustos, estilo de vida…
- Crear una buena atmósfera comunicativa a través de preguntas abiertas, que posibiliten que la otra parte exprese sus emociones y relate todo aquello que considere oportuno, desde su punto de vista.
- Utilizar un lenguaje claro, descriptivo y coherente adaptado al nivel madurativo de los hijos.
- Potenciar espacios de encuentro más allá de los propiciados por el proceso de mediación y fomentar experiencias conjuntas más allá de las tareas y obligaciones cotidianas.
- Confiar en la otra parte a pesar de los “tropiezos” o dificultades que se hayan tenido en el pasado, tanto a nivel personal como grupal.
- Reforzar socialmente conductas positivas, partiendo de la relación existente en casa, con el objetivo de que se generalice su desarrollo y se extiendan a otros contextos.
De esta manera los intereses comunes familiares pueden ser promovidos de una forma mucho más eficaz y, con ello, se potencia un mayor sentimiento de justicia social, de tal manera que se valoran los roles existentes y se reflexiona de manera continua sobre organizar mejor el espacio convivencial y, con ello, provocar un mayor sentimiento competencial sobre dicho rol, ya comentado.
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