Decrecimiento y mediación: cómo abordar el conflicto que genera el decrecimiento con nuestro actual estilo de vida

La vida en la Tierra está siendo afectada de manera decisiva por crisis climática como
han evidenciado numerosas investigaciones (Grubb et al., 2022; López, 2023; Navarro,
2023; Readfearn, 2020).

La crisis ecológica y el cambio climático ponen en riesgo la vida en el planeta. El
decrecimiento se plantea como la posibilidad más efectiva para evitar el posible colapso
ecológico y aprender a vivir más simplemente, para que los demás puedan simplemente
vivir.  Nadie, desde la honestidad científica (ni en su sano juicio) puede ya albergar
ningún género de dudas sobre que el sistema capitalista ha provocado, y sigue
provocando, una enorme crisis ecológica que amenaza con desestabilizar todos los
equilibrios básicos de los ecosistemas en los que se desarrolla la vida humana. Crisis
climática, contaminación de acuíferos y espacios naturales, disminución acelerada de la
biodiversidad, convivencia cotidiana de las poblaciones humanas con sustancias tóxicas
y contaminantes, expansión de una trama urbana insostenible social y ecológicamente…
son acontecimientos que nos llevan a la necesidad de un radical reajuste inminente entre
la actividad económica humana y los complejos procesos y equilibrios naturales se
manifiestan por doquier e introducen un sentido de urgencia desesperada en las mejores
mentes de nuestro tiempo.

El decrecimiento aboga por reducir el consumo global de los países ricos por medio de la sustitución del consumismo individualista

A través de una regulación estricta de la producción y las emisiones (con medidas como la reducción de la semana laboral, el derecho a reparar y la localización de las cadenas de suministro). De la misma forma, defiende la ayuda tecnológica a modo de reparación poscolonial a los países más pobres (menos responsables del cambio climático y más vulnerables ante él) con el fin de que puedan desarrollarse sin necesidad de recurrir a los combustibles fósiles.

El decrecimiento es la opción deliberada de adoptar un nuevo estilo de vida cuyo foco está en valores humanistas y medioambientales

El decrecimiento, por tanto, es la opción deliberada por un nuevo estilo de vida,
individual y colectivo, que ponga en el centro los valores humanistas: la justicia social,
las relaciones cercanas, la cooperación, la redistribución económica, la participación
democrática, la solidaridad, la educación crítica, el cultivo de las artes
, etc. El
decrecimiento implica apostar por nuevas formas de vida, donde el bien común impere
ante el bien individual de unos pocos.

Giro de 360 grados y conflictos en los que mediar

Conseguir que las personas cambiemos nuestra visión del mundo en la que hemos sido
socializados no resultará fácil y mucho menos que los gestores del capital acepten
reducir sus beneficios en aras del bien común de toda la humanidad.

El decrecimiento implica un cambio de mirada sobre la realidad y el comercio internacional y construir nuevas formas de socialización que den prioridad a las personas y no a la rentabilidad económica. La educación tiene que afrontar este problema de capitalismo individual y luchar por el bien común para que el mundo sea más justo, más democrático, más sostenible y habitable. Es una gran tarea que debe empezar en la escuela para que en el futuro tengan opiniones y no se rijan por las dictaduras de los poderes que no respetan la diversidad ni la ciudadanía democrática (Díez, 2024).

Existen una serie de preguntas cuya respuesta desencadena una serie de conflictos en donde la mediación en los diferentes ámbitos tiene mucho que decir:

  • ¿Cómo viviremos en un contexto donde los recursos ambientales se están reduciendo
  • drásticamente por la acción humana?
  • ¿Por qué hay que decrecer?
  • ¿Es posible tener “calidad de vida viviendo con menos”?
  • ¿Existe la posibilidad de regenerar el modelo socioeconómico y medioambiental a
  • través de energías alternativas?
  • ¿Por qué pese a que sabemos que son insostenibles para el planeta se siguen
  • implementando los viajes en jets privados o los cruceros?
  • ¿Seremos capaces de sustituir nuestras actitudes de uso de vehículo privado a motor y
  • comenzar a utilizar en mayor medida los transportes públicos comunitarios?
  • ¿Podremos vivir sin el uso continuado de las redes sociales, el acceso inmediato a
  • Internet y las plataformas streaming?
  • ¿Por qué la felicidad está unida actualmente al materialismo consumista?
  • ¿Estamos dispuestos a decrecer para seguir subsistiendo como especie?

Sin duda las respuestas y posturas con las que se resuelvan estas cuestiones en sí
mismas son generadoras de conflictos, que son abordables en mayor o menor medida
desde un proceso mediador. Lo que es indudables es que el sistema económico y
consumista en el que vivimos actualmente es, demostrado científicamente, inviable y
nos aboca a la extinción como especie.

Existen estudios (Komatsu et al., 2022) que argumentan la imperiosa necesidad de una
disminución progresiva y paulatina de los estándares económicos actuales, lo que no

lleva inexorablemente a una disminución a largo plazo del bienestar subjetivo, como se
puede analizar en la forma de vida existente en sociedades como la japonesa.

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