Cómo la mediación puede ser utilizada para resolver conflictos entre vecinos, en organizaciones sin fines de lucro y en otras situaciones en las que las partes tienen intereses comunes.
Empezaremos este artículo diciendo que, quizás, uno de los ámbitos donde más necesaria sea la mediación sea el ámbito comunitario/vecinal (sobre los matices diferenciadores entre la mediación comunitaria y vecinal escribíamos hace un año en nuestro blog).
Y, siendo tantos y tan variados los “apellidos” de la mediación, teniendo por ejemplo la mediación familiar –alma mater de este método de gestión de conflictos- tantísimo potencial, podrían preguntarse ¿tan prioritaria resulta la mediación comunitaria/vecinal? Pues bien, entendemos que ello es así por varios motivos:
- En la infancia/adolescencia, uno no elige el lugar donde nace y/o crece, en cambio, el mismo puede marcar el desarrollo personal, educativo y socioafectivo de la persona, forjando nuestro carácter y comportamiento futuro.
- En la adultez, sin embargo, cuando aparece esa posibilidad de decidir dónde establecernos, se está tomando una decisión importante. En ocasiones temporal, aunque generalmente con miras al futuro, independientemente de la forma en la que se ejecute (alquiler o compra de una vivienda, con la problemática actual que ambas opciones presentan para los jóvenes). Una decisión que no es irreversible, pero sobre la que nadie piensa en volver atrás cuando la adopta.
- Durante la vejez, cuando ya hemos “echado las raíces” en un lugar y establecido en él un HOGAR (esto es, un lugar de paz, seguridad y calma), lo último que queremos es que los cimientos de ese hogar se tambaleen, puesto que estamos en un momento de equilibrio y estabilidad.
- Por último, a nivel empresarial también, una de las decisiones clave a adoptar en un plan de negocio es la ubicación, que indudablemente influye en las posibilidades y progreso del proyecto. Que el negocio sea bien recibido por el entorno es muy importante.
En definitiva, las razones que nos llevan a establecernos en un determinado sitio son diversas, pero lo cierto es que, por una causa u otra, terminamos formando parte de una comunidad donde convivimos personas con pensamientos, principios, valores, preocupaciones, intereses, proyectos y aspiraciones diferentes, en etapas vitales que suelen ser distintas.
Y, normalmente, no es fácil dejar de formar parte de dicha comunidad, pudiendo atarnos a ella desde lo personal-emocional hasta lo económico. Tanto que, en ocasiones, podemos afirmar que es más sencillo cortar las relaciones con algún que otro familiar que con los/as vecinos/as a quienes tendré que ver y con quienes tendré que coexistir día a día, dependiendo incluso del consenso con los mismos la toma de decisiones que nos afectan.
Ante este panorama, solo el pensamiento colectivo (base del respeto y la convivencia) permite superar los individualismos generadores de egoísmo y conflictos. Así, la mediación se convierte en una herramienta fundamental para propiciar este pensamiento colectivo, la empatía, el respeto y la búsqueda del interés común.
La mediación comunitaria/vecinal supone intervenir en conflictos de manera dialogada, minimizando el impacto de estos en las relaciones personales y garantizando una dinámica de trabajo que resulte transformadora. Pero también conlleva una importante tarea preventiva: no hay que esperar a que surja el conflicto para actuar en el ámbito comunitario. De ahí que el proyecto ideal sea aquel que va ligado a la mediación educativa, el asociacionismo y, puesto que hablamos de bienestar social y convivencia pacífica, a la Administración Pública, garante del predominio y consecución del interés general.
Es por ello que, los proyectos de mediación comunitaria deben ser apoyados desde el ámbito público, sin perjuicio de que puedan desarrollarse a nivel privado iniciativas de mediación vecinal. Conscientes de esta realidad, recientemente analizábamos cómo en los programas electorales, se incluían compromisos relacionados con la apuesta por la mediación
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